¡9 días sin musa! Esta
gripe me ha dejado con el coco seco. Así se lamentaba Antonieta Méndez. No ha
logrado escribir nada. Durante esos días escribió, borró, comió, escribió,
durmió, borró y… tosió a más no poder. Durante ese período no distinguió las
noches de los días. Estuvo inserta en un marasmo producto de la disnea y los
medicamentos. Sus sueños son pesadillas donde la realidad se funde con la
ficción de sus escritos.
Día 12. Antonieta, se
encuentra en su estudio tratando de pescar a alguna musa huidiza. Las musas
comienzan a llegar… pero se van rápidamente a otro lugar en el universo. Desde
allí contempla a su nieta corretear a las gallinas que están en el patio
trasero. Al poco rato, dos golpes fuertes a su puerta la sustraen de manera
definitiva de sus pensamientos.
—Abue, abre la puerta.
—Exclamó Patty con cierto alborozo— Abue, soy yo… abre.
Como es su costumbre,
Patty no espera respuesta y entra corriendo y abrazándola con ímpetu le estampa
un beso en la mejilla. La aturde con preguntas, le cuenta de su viaje a la
playa y su última hazaña con las gallinas, mientras revisa el escritorio en
busca de tesoros. Finalmente le dice:
—¿Sabes una cosa Abue?
Cuando sea grande quiero ser como tú.
—¿Cómo yo? —Replica
Antonieta—. ¿Y eso?
—¡Sí claro, como tú!—
repite Patty abrazándola nuevamente.
—¡Ahhh! ¡Quieres ser
grande e inteligente!
—No Abue… no es eso. Ya
soy grande e inteligente. ¿No te acuerdas que ya tengo 7 años? Además, soy la
número uno en mi salón. —Y dándose pequeños golpes con la palma de la mano en la frente, prosigue sin respirar— ¡Qué
memoria… qué memoria la tuya! ¡Quiero escribir como tú!
—¿Esta mañana escribí un
poema para ti. ¿Quieres que te lo recite? —Instantáneamente, Patty se balancea
de derecha a izquierda mientras recita— “mi abuela tan bella, la quiero mucho,
ella me consiente mucho”.
Finalizado el poema, se
lanza con tanta emoción a los brazos de Antonieta, que casi caen las dos al
piso.
Ya para el día 14 de la
crisis con las musas, Antonieta lentamente ha logrado hilvanar sus ideas. Esa
tarde, se encuentra recostada en la hamaca que cuelga en el zaguán trasero. La
brisa mece suavemente la copa de los arboles produciendo un suave murmullo que
la tranquiliza y hace entrar en una especie de trance. Está satisfecha, se
encuentra a punto de terminar una carta de amor para un concurso.
Como todas las tardes,
Patty llega con gran alborozo, trae en las manos unas margaritas. Antonieta,
con voz suave, le dice que hoy no se reunirán, que está muy cansada, que quiere
dormir porque eso la rejuvenece.
Patty, la observa
fijamente, se aprieta ambas manos, camina inquieta por el costado de la hamaca
hasta que finalmente decide hablar:
—¡Nooooo Abue! ¿Cuántos
años vas a tener que dormir?
Ante esa pregunta,
Antonieta no supo qué responder. Fue tal su desconcierto que sólo logró
desternillarse de la risa por muy largo rato.