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martes, 2 de julio de 2019

La poetisa


¡9 días sin musa! Esta gripe me ha dejado con el coco seco. Así se lamentaba Antonieta Méndez. No ha logrado escribir nada. Durante esos días escribió, borró, comió, escribió, durmió, borró y… tosió a más no poder. Durante ese período no distinguió las noches de los días. Estuvo inserta en un marasmo producto de la disnea y los medicamentos. Sus sueños son pesadillas donde la realidad se funde con la ficción de sus escritos.
Día 12. Antonieta, se encuentra en su estudio tratando de pescar a alguna musa huidiza. Las musas comienzan a llegar… pero se van rápidamente a otro lugar en el universo. Desde allí contempla a su nieta corretear a las gallinas que están en el patio trasero. Al poco rato, dos golpes fuertes a su puerta la sustraen de manera definitiva de sus pensamientos.
—Abue, abre la puerta. —Exclamó Patty con cierto alborozo— Abue, soy yo… abre.
Como es su costumbre, Patty no espera respuesta y entra corriendo y abrazándola con ímpetu le estampa un beso en la mejilla. La aturde con preguntas, le cuenta de su viaje a la playa y su última hazaña con las gallinas, mientras revisa el escritorio en busca de tesoros. Finalmente le dice:
—¿Sabes una cosa Abue? Cuando sea grande quiero ser como tú.
—¿Cómo yo? —Replica Antonieta—. ¿Y eso?
—¡Sí claro, como tú!— repite Patty abrazándola nuevamente.
—¡Ahhh! ¡Quieres ser grande e inteligente!
—No Abue… no es eso. Ya soy grande e inteligente. ¿No te acuerdas que ya tengo 7 años? Además, soy la número uno en mi salón. —Y dándose pequeños golpes con la palma de la mano  en la frente, prosigue sin respirar— ¡Qué memoria… qué memoria la tuya! ¡Quiero escribir como tú!
—¿Esta mañana escribí un poema para ti. ¿Quieres que te lo recite? —Instantáneamente, Patty se balancea de derecha a izquierda mientras recita— “mi abuela tan bella, la quiero mucho, ella me consiente mucho”.
Finalizado el poema, se lanza con tanta emoción a los brazos de Antonieta, que casi caen las dos al piso.
Ya para el día 14 de la crisis con las musas, Antonieta lentamente ha logrado hilvanar sus ideas. Esa tarde, se encuentra recostada en la hamaca que cuelga en el zaguán trasero. La brisa mece suavemente la copa de los arboles produciendo un suave murmullo que la tranquiliza y hace entrar en una especie de trance. Está satisfecha, se encuentra a punto de terminar una carta de amor para un concurso.
Como todas las tardes, Patty llega con gran alborozo, trae en las manos unas margaritas. Antonieta, con voz suave, le dice que hoy no se reunirán, que está muy cansada, que quiere dormir porque eso la rejuvenece.
Patty, la observa fijamente, se aprieta ambas manos, camina inquieta por el costado de la hamaca hasta que finalmente decide hablar:
—¡Nooooo Abue! ¿Cuántos años vas a tener que dormir?
Ante esa pregunta, Antonieta no supo qué responder. Fue tal su desconcierto que sólo logró desternillarse de la risa por muy largo rato.