—…no creo que puedas lograrlo Evelyn, te falta mucho
todavía, yo diría que…
—Pero bueno André ¿Vas a seguir? Claro que puede, tan solo
déjala en paz o vas a destruir sus nervios. —Y dirigiéndose a Evelyn le dice—
No le hagas caso a ese loco.
Con los puños apretados y levantando la voz André responde:
—¡Un poco más de respeto Nahoki! ¡A mí no me llames loco! Yo
la estoy protegiendo. ¿Cómo quieres que te lo diga?, entiéndelo de una buena
vez: No está preparada, puede hacerse mucho daño.
Nahoki, se acerca a André y apuntándolo con el dedo índice
muy cerca de los ojos le dice:
—Tú lo que haces en realidad es anclarla al miedo. ¡Mira
como está! ¿Te parece justo? ¡Desaparece ya! —Luego, gira hacia Evelyn para
decirle muy zalamero— Mamita bella, ¡Claro que puedes hacerlo! Has luchado
mucho para llegar aquí. Concéntrate, hoy es el gran día.
André, con la mandíbula muy apretada lo observa fijamente,
luego bajar la cabeza con lentitud y junta las palmas de las manos mientras le
advierte a Evelyn:
—por favor no escuches a Nahoki, te está creando falsas
expectativas. Después no digas que no te revelé que vas a pasar la vergüenza
del siglo. Van a decir: ¡Qué mala es!
—¡Basta… cállense… váyanse a la M… los dos! ¡Ya! Déjenme en
paz. Me van a volver loca. ¡No enreden más las cosas! Ya tengo suficientes
mariposas en mi estómago para que vengan ustedes con su parloteo enloquecedor.
Hoy están más insoportables que nunca con ese tema…
Mientras Evelyn habla, Nahoki permanece con la mirada fija
en el techo y se frota la cabellera incesantemente, hasta que decide
interrumpirle y en tono muy dulce manifiesta:
—¿qué te pasa mi reina? ¿Estás estresada? Eres nuestro sol,
giramos en torno a ti porque tu brillo nos alimenta y queremos lo mejor para
ti.
—¡Lo que me faltaba! Además de cursis, ahora se creen
girasoles, ¡girasoles miopes es lo que son! miran a esquinas opuestas y para
completar, parecen extremistas incapaces de caminar por la línea media de la
convivencia. Dejen la guerra, que la que sufre las consecuencias soy yo. ¡Me
tienen harta!
Evelyn, exhausta, se deja caer en el sofá y masajea las
sienes con la punta de los dedos tratando e acallar y tranquilizar a los
fulanos girasoles o duendecillos en su conciencia. Sabe que no es el momento
para pelear con ese par.
—Creo que nos pasamos Nahoki, quedémonos quieticos hasta que
se le disipe la ira.
Una potente y autoritaria voz retumba en el ambiente:
—¡Atención…!
Al escuchar esa voz tan esperada y temida por todos, Evelyn
siente que se paraliza su respiración y su corazón da brincos como potra zaina.
Sin embargo, logra permanecer muy quieta y cierra los ojos, mientras casi tan
imperceptible como la suave brisa mañanera un pensamiento emerge: «¡Lúcete
mamita, sabes como hacerlo!»
Nuevamente aquella voz resuena:
—¡Atención, atención todos… en cinco minutos damos sala!
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