Se giró al escuchar el grito. Lo hizo
rápidamente, sorprendido, trató de respirar profundo y la miró detenidamente.
Nadina continuó gritando, eran gritos agudos e inarticulados, más bien parecían
chillidos de animal herido y agitaba brazos y piernas descompasadamente,
además, doblaba su cuerpo al piso y en instantes se erguía rápidamente, sus
ojos desorbitados y su cabello rojizo ya bastante desordenado la hacían ver
como una bella y enloquecida muñeca de trapo.
Alfredo no lograba entender que le
estaba pasando a Nadina. Ya había culminado la reunión de trabajo. Justo en el
instante en que él se disponía a salir a la calle para disfrutar de la suave
brisa marina que comenzaba a soplar en aquella tarde soleada, escuchó aquel
grito que lo hizo girar rápidamente y volver sobre sus pasos mientras se
preguntaba: “¿Qué pasa?, ¿A qué se debe ese grito?”
A duras penas lograba contener la
risa al ver a Nadina -de personalidad serena y siempre muy sobria- convertida
en aquella imagen grotesca “una bella y enloquecida muñeca de trapo”; “Ja, ja,
ja, ja” volvió a reír; sin embargo, corrió hacia ella y al tenerla cerca
comprendió todo: ¡Nadina había pisado una trampa para ratones! Pobre Nadina, su
dedo meñique del pie derecho dolerá por mucho tiempo.
Jajajajajajajaja! Tú te las traes Doralú! Eres mi acompañante en estos ratos de ocio
ResponderBorrarAquí tu discípulo